Norma Legal Oficial del día 17 de noviembre del año 2019 (17/11/2019)


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TEXTO DE LA PÁGINA 7

El Peruano / Domingo 17 de noviembre de 2019

NORMAS LEGALES

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Que, San Miguel es una de las trece provincias que conforman el departamento de Cajamarca. Tiene como capital a San Miguel de Pallaques, ciudad creada durante la conquista española como parte de la política de reducciones. San Miguel de Pallaques formó parte del corregimiento de Cajamarca y posteriormente, aún en tiempos coloniales, pasó a formar parte del corregimiento de Chota. Entrada ya la República, con la nueva organización administrativa, se convirtió en distrito de la provincia de Hualgayoc, siendo recién en 1964 que se crea la provincia de San Miguel y San Miguel de Pallaques es nombrada su capital; Que, su población, estimada por el INEI (2015) en más de 55 745 habitantes, tiene como actividades económicas principales a la agricultura y la ganadería, complementadas con manufacturas diversas (textil, cerámica, sombrerería y otros), el comercio y la migración temporal hacia la costa, que en conjunto son factores económicos de gran impacto en la economía campesina familiar desde la antigüedad; Que, la manufactura textil de San Miguel goza de especial reconocimiento regional por su notable valor estético y simbólico. Vinculada íntimamente a lo femenino y fundamentada en el telar de cintura o qallwa, estos tejidos son expresión de una tradición de larga trayectoria histórica que conserva rasgos de su origen prehispánico y es testimonio de los desplazamientos y fluidas relaciones que mantienen las poblaciones de Cajamarca y las del litoral; Que, la tradición textil peruana es resultado del intercambio cultural entre sociedades que convivieron en este entorno territorial, en distintas temporalidades y situaciones que favorecieron su creatividad. En la región norte el tejido se había convertido ya en un arte mayor, con anterioridad al predominio Inca; Que, muchos de estos conocimientos y saberes se mantienen vigentes en la actualidad en la tradición textil de distintos pueblos de los andes, uno de ellos es San Miguel de Pallaques, localidad que antes de la llegada de los españoles habría sido un lugar de concentración de especialistas en tejidos finos, razón por la cual, al nombre español de su fundación, San Miguel, se le habría agregado de pallaques, palabra que se derivaría ­según Quiroz Malca- del quechua pallay, que en el contexto textil refiere a la acción de escoger los hilos de la urdimbre para tejer los diseños más complejos; Que, fuentes históricas señalan que, a lo largo de la colonia, las técnicas de tejido de la región no experimentaron mayores cambios debido a que en la zona no se registró la existencia de grandes obrajes que impusieran el uso del telar de pedal y donde la actividad textil fue predominantemente masculina, lo que habría permitido que se mantuviera la tendencia del tejido realizado por las mujeres. Si bien la fase republicana de la manufactura textil de San Miguel ha sido poco documentada, los censos y la tradición oral local permiten inferir que en el transcurso de siglo XIX, la gran acogida del pañón san miguelino (producido en algodón teñido en ikat) en la ruta comercial que recorría el norte del Perú (La Libertad, Lambayeque y Piura) y llegaba hasta el sur del Ecuador (Loja y Cuenca), habría tenido como efecto que un gran número de mujeres se volcaran a la actividad textil y que, para inicios del siglo XX, esta práctica se hubiese convertido en el "oficio del pueblo"; Que, existe información censal (1876) que da cuenta, para la segunda mitad de siglo XIX, de la relevancia alcanzada por el trabajo femenino en la provincia, siendo el número de mujeres dedicadas al tejido, más del doble del número de hombres dedicados a la agricultura. Asimismo, se conoce que la organización del trabajo para la producción se habría caracterizado por una división simple de acuerdo a la habilidad de la tejedora para realizar una tarea, lo que no significaba el desconocimiento de las distintas fases del proceso de producción. Estas unidades de trabajo estaban lideradas por tejedoras de la ciudad de San Miguel con capital suficiente para articular una unidad productiva, es decir proporcionar hilo y asegurar el pago de las artesanas. Cabe mencionar que San Miguel de Pallaques no fue el único centro de producción de

pañones en Cajamarca, Tacabamba (Chota) fue y sigue siendo otro de los centros importantes de producción de esta prenda; Que, en San Miguel, la elaboración de pañones se habría mantenido hasta inicios del siglo XX, época en que la vestimenta fue cambiando, lo que, sumado a otros factores, ocasionó la disminución de su demanda. En este contexto, las mujeres de San Miguel se volcaron a tejer -para la venta- servilletas, manteles, toallas, pañuelos, cubrecamas, telas para la confección de vestidos y chalecos, aunque continuaron con la producción de ponchos de chalán y otras prendas tradicionales. Si bien tradicionalmente se había usado el hilo de algodón hilado a mano, es recién a inicios del siglo XX que las tejedoras de San Miguel emplean hilos finos de algodón­ industriales- en la urdimbre y trama de sus piezas e inician a tejer diseños con faz de urdimbre, logrando con ello creaciones de gran finura y sofisticación, que se orientaron a ampliar sus mercados; Que, los tejidos de San Miguel se confeccionan a partir de telares de cintura o qallwa, similares a los empleados en la época prehispánica. Estos implementos, dan nombre a la tradición textil de este pueblo, desde antiguo conocida como Tejidos de qallwa. La continuidad de su práctica en San Miguel, supone la vigencia de conocimientos y saberes de profundas raíces prehispánicas, así como un proceso de adaptación hasta alcanzar sus características actuales; Que, el telar empleado por las tejedoras de San Miguel está compuesto por una diversidad de listones kungallpos, qallwa, palito laborero, putij, palitos de hillahua (cuyo número varía según la labor), chana, además de dos implementos, siquicha y chamba, elaborados con soga. Otras herramientas auxiliares que se emplean para operaciones anteriores o posteriores al tramado o tejido en sí mismo, son el urdidor, el ovillador y el mate-peso. Que, según la investigadora Haydée Quiroz Malca, una peculiaridad de los elementos de este telar es que, a través de sus nombres, da cuenta de la presencia de cuatro lenguas (den, muchick, culle y quechua) en cada una de las denominaciones de sus componentes. Lo que implicaría la inclusión ­desde la tecnología- de una diversidad de presencias étnicas a lo largo del tiempo; Que, la singularidad de la tradición de los tejidos de qallwa, en el caso de San Miguel, según la investigadora Haydée Quiroz Malca, es el manejo flexible que hacen las artesanas de las técnicas, realizando una multiplicidad de variantes en estructuras (entrecruzamiento de hilos de urdimbre y trama) para lograr tejidos que destacan por su finura y su riqueza simbólica y, en algunos casos, por presentar estructuras combinadas; Que, muchas de las técnicas que caracterizaron la milenaria práctica textil de los Andes precolombinos, en San Miguel se mantienen, manejan y re-crean y se han adecuado a la producción de tejidos contemporáneos, como chalinas y chales. Estas técnicas también permiten una producción tradicional como ponchos, pullos (mantas), alforjas, frazadas, entre otros. La mayoría de estas prendas cuentan con versiones para el consumo doméstico o para la venta; Que, el tejido más sencillo, conocido como plano, se presenta en la mayoría de las versiones, siendo matizado en la combinación de colores y las técnicas de diseño así como en el tipo de materia prima y el calibre del hilo, factores que marcan la diferencia entre una y otra versión. Así, por ejemplo, en los ponchos destinados al uso doméstico, se usa el tejido llano, de cordoncillo o empalmado, con hilo de lana de oveja, que proporciona texturas durables y tupidas. Aunque es posible combinar el tejido llano, con listas de colores e hilo de algodón de fino calibre, que dan como resultado prendas más finas, como el poncho de chalán que se comercializa en la costa; Que, en las chalinas, chales, manteles, servilletas, individuales y alforjas, se emplea el tejido llano combinado con listas de colores y con diseños (labores) de urdimbres flotantes (que van de uno hasta cinco hilos) o faz de urdimbre doble cara que, como su nombre lo indica, produce motivos similares en ambas caras, pero en colores opuestos (aparece como positivo en una cara y en

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